José Manuel Braza Benítez, más conocido en el mundo del carnaval como el Sheriff, supone una pausa tranquila y sosegada en un laberíntico espacio de prisas, su sencillez desnuda de un plumazo un montón de complejos carnavaleros de golpe, con la sonrisa más pura entre un ejército de almas negras que se apoltronan por febrero en la casa de los ladrillos coloraos.
La copla del Sheriff es esperada y anhelada por un selecto grupo de seguidores que no son muy ruidosos, pero suficientes para saber apreciar aquella mezcla entre lo añejo y lo sencillo. En su repertorio no hay ni un atisbo de énfasis por la victoria ni estrategias de concursismo, es simplemente el carnaval más puro cantado por 12 hombres que se suben al escenario para hacer pasar un buen rato al respetable.
En su melodía deja un trasiego como la de un trovador a paso lento pero firme, en búsqueda de todos los rincones de Cádiz para embriagarlos de humor y pasión. La copla blanca y transparente como las palmas de las manos de una madre retumban en el corazón de los carnavaleros que lo aguardan año tras año, porque la copla del Sheriff no entiende de medias partes, de envidias, de insultos baratos o de fanatismo. Sus letras jamás enfrentarán a un teatro pero si conquistarán corazones canallas con un piropo picaíto en un bofetón de salitre y gaditanismo.
Este año volveremos a disfrutar de su chirigota, de aquellos monólogos dignos de matrimonio con su inseparable Lulu, con Gatica, con los de siempre. Otro año más el señor Braza Benítez volverá a demostrarnos lo sencillo y bonito que se hace el carnaval sin más pretensiones que un pasodoble bien medido y la sonrisa por bandera. Bendita sencillez.
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