Carnavales: el derecho a ser lunático

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Carnavales: el derecho a ser lunático
Revelador resulta que en esta vieja Andalucía cabizbaja por viejos problemas que parecieran crónicos -desempleo, desesperanza, desencuentros- los debates asamblearios parezcan reducirse al albur de si la feria de Sevilla debe ser mini o maxi o si el Carnaval de Cádiz tiene que pasar de ser fijo discontinuo a simplemente fijo, esto es, indefinido. Puestos a ello, tirillas y troyanos, guacamayos y lechuguinos se alzan en pie de paz o en duelo a primera sangre a favor de que febrero no tenga por qué ser necesariamente febrero o porque siga a rajatabla el antiguo y hermoso reglamento de la luna. Yo formo parte de los lunáticos y reivindico el derecho a serlo, aunque comprendo que haya motivos para justo lo contrario: esta fiesta es una industria y le convendría al turismo y al empleo, aunque habrá que ver cuándo, de una vez por todas, empieza a convenirle al turismo el empleo precario.

Quienes nos hemos ganado las canas con el sudor de los años recordamos, sin embargo, otro tiempo en el que el Carnaval es cultura, tradición y libertad, desde una trinchera democrática que pretendía rescatarlo del ogro dictatorial de las Fiestas Típicas, que por mayo era por mayo, cuando hace la calor. ¿Qué mejor que sea la luna y no el almanaque la que gobierne las máscaras, las coplas y el impulso libertario de aullar ante el poder? La Iglesia Católica, cuyas festividades guardan mucha relación con toda esta controversia, ya hace tiempo que obligó a su mesías a nacer necesariamente un 25 de diciembre, aunque no fuera esa fecha real -si es que hubo alguna fecha real- sino la que daba en coincidir con las saturnales romanas, un probable antecedente de los carnavales de hoy porque era la fiesta de los esclavos, de la desvergüenza y el desenfreno. La Santa Madre dispensó a la Semana Santa y a la Cuaresma de ese turno y le permitió que siguieran, como el Carnaval, el ritmo de las mareas. Ahora, el Papa Jorge Mario Bergoglio -que debe ser definitivamente de Podemos- pretende ponerles fecha fija a la Pasión.

Ignoro si es tradición o si es costumbre, pero a mí me pone que don Carnal le dispute el chiringuito a doña Cuaresma cuando toque por el curso de los astros. Es verdad que en otros lugares del mundo han cambiado de fecha a su antojo: La Habana, que sigue siendo como Cádiz pero con más guaracheros, celebra los suyos en el mes de junio. Sin embargo, ¿Montevideo, Venecia, Río, Canarias están en un error? Cádiz tiene derecho a ser Cádiz, pero los partidarios de tratar el Carnaval como si no tuviera nada que ver con la magia podían esperar a que la palmemos aquellos que vivimos aquella otra ciudad donde febrero era una consigna clandestina, donde la memoria colectiva era una buena razón para enfrentarse al poder, cuando a pesar de la dictadura todavía no nos habían quitado otras fiestas laicas de guardar: el 14 de abril y el 1 de mayo, por ejemplo.

http://www.diariodecadiz.es/opinion/analisis/Carnavales-derecho-lunatico_0_1138986559.html

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