Flechazo

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Flechazo

Se dice que el tiempo es el olvido, pero bastaron los compases de un pasodoble para todo fuera igual que ayer. No de un pasodoble cualquiera, claro. El del 3x4 más puro, el del silencio que emociona, el del golpe de bombo que eriza el vello. El pasodoble, cómo no, del Sheriff, que volvió por la puerta grande al Concurso del Falla tras un año de ausencia. Sus buscarruinas fueron las estrellas de una quinta función clasificatoria en la que también brillaron los coros de Lucía Pardo y el propio Sheriff y la comparsa del Jona. 

Abrió fuego el coro de Que Dios nos coja confesá, que mantuvo su línea ascendente de los últimos años. Impecables en el aspecto vocal, también gustaron sus tangos, con una música muy al tipo, y divirtieron con un repertorio muy animado al más puro estilo Sister Act pero con sello gaditano. Un grupo que avanza a pasos agigantados y muy a tener en cuenta en el presente Concurso. 

Discreta en cambio estuvo la comparsa Compañía La Libertad, mejor en música que en letras e interpretación. El momento surrealista de la noche lo vivimos con Los gitanos del puesto de Santa María, que destiló poca vergüenza y tuvo algún chispazo de ánge. La primera parte la cerró la comparsa del Jona, unos fantasmas del Carnaval dispuestos a reflejar, como en el Cuento de Navidad de Dickens, el pasado, el presente y el futuro de la fiesta. Una buena idea que les sirvió para desarrollar un repertorio muy crítico, por encima de la interpretación, eso sí. 

La segunda parte prometía y no defraudó, empezando por el coro del Sheriff, Valdés y el Habichuela. Reivindicación del tango más puro predicando con el ejemplo y buenos golpes para completar una actuación muy simpática, que les puede impulsar a un nuevo pase este año. A continuación, desconcertante paso por las tablas de la comparsa de Romero Bey, una genial rareza propia del autor pero muy lastrada por sus problemas de afinación. 

El teatro esperaba con entusiasmo el regreso, tras un año sabático, de la chirigota del Sheriff. Y los cupidos enamoraron al Falla con su sello de siempre, un estilo inconfundible que lo mismo saca la carcajada en un cuplé que levanta el vello en un pasodoble. Volvió además el Sheriff con dos buenas letras, la primera al regreso de su pasodoble a la que es su casa y la segunda una preciosa historia vivida por el propio autor en su experiencia como Cartero Real. Emocionantes, sencillas, con pellizco. Del Sheriff. Lo mejor de un repertorio muy completo en una chirigota que apunta maneras. Otro regreso, el de parte del grupo de los Gitanos de El Puerto con El callejón del duente, sirvió para despedir la jornada sin excesiva fortuna. 


diariodecadiz

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