Manolo Martín García, más conocido como ‘El Gitano’, es mucho más que un nombre emblemático dentro del Carnaval de Cádiz: es una figura clave en la historia reciente de las coplas gaditanas, un testigo privilegiado de varias etapas doradas del COAC y un eslabón entre las chirigotas clásicas y la evolución de la comparsa moderna. Hijo del mítico Manuel Martín Caramé, apodado también ‘El Gitano’ —sobrenombre heredado por su vínculo familiar con la bailaora Pastora Imperio—, Manolo creció entre guitarras, pasodobles y ensayos, rodeado de una tradición que no tardó en hacer suya.
Comenzó muy joven, con tan solo 14 años, en una chirigota dirigida por su padre, ‘Los vendedores de corbatas orientales’, y tres años después ya conquistaba el primer premio juvenil en el Teatro Pemán con la comparsa ‘Romance caletero’, con un jurado de lujo presidido por el mismísimo Paco Alba. Aquella fue la primera de muchas aventuras carnavalescas en las que Martín dejaría su huella vocal y escénica. Participó en comparsas de corte reivindicativo como ‘Ilusión carnavalesca’ (1976) y ‘Bienvenido febrero’ (1977), donde incluso asumió roles como el de bombo y contralto simultáneamente.
Uno de los grandes hitos de su carrera llegó en 1979 con la chirigota de San Fernando ‘El profesor Majareta y los niños probetas’, dirigida por su padre y original de Juan Rivero y José Ramos ‘Requeté’. De aquella agrupación salió un estribillo que se convertiría en inmortal: “Qué bonito está mi Cádiz, qué bonita es mi ciudad...”, una pieza que el grupo consideró “infantil” pero que su padre defendió a capa y espada. Acertó: fue un pelotazo que aún se canta en las calles gaditanas.
Al año siguiente, el joven Gitano se integró en la comparsa ‘Caleta’, de Antonio Martín, donde interpretó con emoción una presentación que aún resuena en la memoria colectiva. Aunque el grupo no pasó a la final debido a una mala actuación inicial, la música basada en ‘Amor pecador’ de Los Chichos y la intensidad del pasodoble dejaron una marca indeleble.
Durante los años siguientes, su carrera fue una constante evolución. En 1981 ganó con la chirigota ‘Los marchosos de Fuentegirola’ y en 1982 fue reclutado por Aurelio Real y Joaquín Quiñones para la comparsa ‘Dioses del Olimpo’, donde compartió escenario con artistas como Juanelo, Caracol, el Tarta y el Cuevas. Aquel grupo se impuso por delante de comparsas tan recordadas como ‘Los pimpis de Cai’ o ‘Voces negras’.
Su encuentro con un jovencísimo Antonio Martínez Ares, en la comparsa ‘Requiebro’ (1984), fue decisivo. Ares llegó con 15 años, gafas y humildad, pero deslumbró desde el primer pasodoble. Al año siguiente, cuando los veteranos se negaron a vestirse de muertos vivientes, nació ‘Zombies’, una comparsa vanguardista que rompió moldes. El Gitano asumió la dirección artística, y bajo el maquillaje magistral de Paco Leal —inspirado en el videoclip de ‘Thriller’ de Michael Jackson—, aquel grupo transformó el escenario del Falla y aterrorizó, literalmente, a la chavalería en los pasacalles nocturnos.
En 1986, con ‘De locura’, siguió innovando con Martínez Ares, aunque sin llegar a la final. Ante la presión del entorno, en 1987 presentaron ‘Esto es Carnaval’, una comparsa más clásica que obtuvo el cuarto premio, pero que no representaba el estilo auténtico de Ares, lo que motivó su salida del grupo y también la de Manolo Martín.
Tras una pausa en 1988, regresó con fuerza en 1989 como director de la comparsa ‘Nos quedamos de piedra’, de los hermanos Alcántara, logrando el primer premio. A pesar de comenzar con dificultades —faltaban componentes a dos meses del concurso—, logró reunir un grupo competitivo gracias a su carisma y a sus contactos en San Fernando. La comparsa triunfó frente a propuestas como ‘Soldaditos’, apostando por un sonido clásico que encandiló al jurado.
Los años 90 lo vieron pasar por agrupaciones como ‘Fin de fiesta’ (1990) o ‘La fragata’ (1992), esta última descalificada por una pérdida de documentación obligatoria, lo que él recuerda con resignación: “Estaban locos por quitar a alguien de en medio, y nos tocó a nosotros”.
En 1993 se unió a un grupo estelar con el que sacó ‘Chévere’, y luego ‘El desván’ (1994) y ‘Mamarrachos’ (1996), antes de despedirse de los escenarios en 1997 componiendo la música para ‘Entre amigos’. Una retirada temprana, impulsada por el cansancio y por la percepción de que el Carnaval perdía su esencia popular. “Hoy está todo más sofisticado. Esto siempre ha sido del pueblo, y eso se ha perdido”, lamenta.
Tenor natural y ocasional contralto, Manolo no olvida sus referentes vocales: Carli Sibón, Galleguito, Catalán Chico, La Moniata, Caracol, Luisito… Y, de los actuales, destaca a El Pájaro y a la comparsa del Piru y el Tomate, aunque lamenta que los contraltos dominen tanto que impidan disfrutar del tenor: “Hoy no te quedas con la voz principal. Hay cinco contraltos delante”.
Cuando recuerda su agrupación más especial, no duda: ‘El profesor Majareta y los niños probetas’ fue la que más le hizo disfrutar. Estuvieron un mes actuando en Madrid, en la famosa Venta del Gato, coincidiendo con artistas y futbolistas. “Nos ponían de fin de fiesta. Me llevé a mi mujer y a mi hija en avión. La chirigota es otro mundo”, dice con una sonrisa.
Nacido en la calle Patrocinio de La Viña en 1958 y vecino del Río San Pedro, Manolo trabajó desde los 14 años como fontanero y empapelador, antes de incorporarse a la Bazán gracias a Juan Rivero. Casado con Carmen Rosales, tiene tres hijas y tres nietos. Aunque retirado, su pasión por el Carnaval sigue intacta. Y con razón: pocas voces pueden contar la historia de Cádiz cantando con tanta verdad como lo hace Manolo Martín ‘El Gitano’.
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